jueves, noviembre 30, 2006

Mi papá y su pasión: el futbol...





Como creo ya haber mencionado, mi padre era un hombre muy interesante, muy simpático, muy sociable, amigo de mucha gente, quizás fue por eso que el funeral de mi padre (aún equivocándonos en poner la fecha en el diario) fue el primer funeral multitudinario de un personaje que nunca fue autoridad ni tuvo cargos asignado por gobierno alguno, mi papá fue dirigente sindical, junto con su hermano Angel que lo es hasta hoy, fue dirigente deportivo, y fue como Roberto Carlos: tenía un millón de amigos de todas las profesiones, áreas y estratos de esta sociedad... amaba el deporte, yo no sé porqué le gustaba tanto el box porque frecuentaba el Club "Heriberto Rojas"... la verdad en toda su vida no lo ví dar ni supe de algún puñete, tampoco que le llegara a él: era alto, grande, bronceado como toda la gente que trabaja en el puerto, de una personalidad muy atractiva y una voz ronca, para mí: más guapo que el mismo Brad Pitt pero eso es mi no superado complejo de Electra jajajaja... pero su gran pasión era el futbol, nunca comprendí como podía militar en Unión Matadero y el Yungay, nunca supe ni como ni porque, después de todo con las respuestas de mi papá no se sabía cuando era en serio y cuando chacota, pero a mis ojos el famoso y muy antiguo CLUB YUNGAY era su regalón... ojalá allí aún lo recuerden, cuando andaba de short yo le palmeteaba las piernas, por molestarlo, las tenía muy bonitas, y él me salía con un "estas piernas le dieron gloria al fútbol iquiqueño" y se largaba a reir... aunque su ausencia duele, no se le puede recordar sino con alegría, es que era un hombre tan simpático, tan tallero, siempre nos hacía reir, aún teniendo un carácter super fuerte conmigo era dulce muy dulce... bueno, la cosa es que... en honor a Don Manuel Trincado Portillo, he aquí lo que encontré del glorioso Yungay en internet:
Yungay
Cuando Domingo Mamani y Juan Lorca, entre muchos otros, amasaron el sueño del club propio, Iquique olía a Perú y sus calles se abarrotaban de decenas de nacionalidades. Recordando la gesta heroica del 20 de enero de 1839, y entonando “Cantemos la gloria, del triunfo marcial, que el pueblo chileno...” el consenso fue uno solo: Yungay. El nombre brotó como la flor del cactus. El hijo tenía nombre y espíritu guerrero. Las batallas del Yungay no son cualquier acto heróico. Son, en un sentido más amplio, epopeyas. Sus campos -el Sipt, la Siberia, el Iquitados, el viejo Estadio, etc- han sostenido el espíritu heroico de hombres y de mujeres que fundaron como todos aquellos que llegaron a estas tierras, una utopía. Y lo hicieron un 30 de marzo del 1905 cuando Iquique era ya una ciudad moderna, en la que todos nos conocíamos. Vistieron el sueño de colores “lacrinegro”, que en la jerga iquiqueña surge de la contracción del rojo y negro, le pusieron pantalones negro con vivos rojos verticales, medias negra con rojo y un par de zapato, o bien descalzos, y se largaron a conquistar trofeos a lo largo y ancho de este puerto que alguna vez se llamó Ike-Ike. Sus vitrinas no han dado abasto para tanta alegría. Las penas -como aquella que le significó ir al descenso- las echaron en un saco. Raúl Duarte -Radur- o Hernán Cortes Heredia -Hecohe- hubiesen escrito una crónica mejor que ésta. Sólo puedo afirmar que la fortaleza del Yungay está en haberse nutrido de lo más popular de Iquique. De otro modo no se explica tanta larga vida, tanta buena salud y sobre todo tamaña juventud. Sobre los hombros del Yungay se levantó buena parte de la histórica leyenda “Iquique, tierra de campeones”. Han sido sus hombres como Heriberto Guerrero Contreras, seleccionado iquiqueño, solamente opacado por el reinado de Roberto “Mono” Sola, uno de los tantos baluartes de los “lacrinegro”. Pero hay más: Matías Sanhueza, Jorge Rosendo, Serafín González, Marcelino Aracena, Juan Vistoso, Julio Aguilera, Hugo Luco, Nicolás Guacte, Rolando Hernández, Julio Cortés, Luis Cortés, Exequiel Lozano, Jesús Rojas, Juan Castillo, Carleque Umaña, Rubén Bolados, Alex Caqueo y Santiago Vega, entre muchos otros. La ética del espíritu amateur que tanto echamos de menos, halló en el Yungay su mejor manera de reproducirse. Palabras como esfuerzo, compromiso, lealtad, sacrificio, solidaridad se enseñaban en estas verdaderas universidades populares. El club de las esquina de Thompson con Errázuriz irradió como el faro del puerto su mejor luz. Aún recuerdo una mañana de domingo, en la que el team de Lozano y Trincado, enfrentaron en una superfinal al equipo de los hermanos Sacco. Supe -y no soy brujo- que el Yungay ganaría por la sencilla razón de que se notaba que tenían ganas de ganar.


free web counter
free web counter